martes, 28 de enero de 2014

Gonzo... lo Arango


Gonzalo Arango, reconocido escritor nadaísta colombiano paradógicamente también ha publicado articulos a modo de crónica con una narrativa que le hace honor a su nombre. Sí, a lo Gonzo.
Nos hemos encontrado con su página oficial, luego de que nos acordamos de aquella entrevista que le hizo Arango a Cochise, el primer campeón mundial de ciclismo nacional. Solo con recordar la primera frase de la entevista entenderemos mejor de que se está hablando acá: "El Corazón de Jesús más feo del mundo está en el Barrio Simón Bolívar: Cra. 84 N°. 37-6, de Medellín". Sí, esta frase podría definir a este personaje, un periodista que se debate entre las crónicas y el escribir de una manera impresionista todo lo que vive en ellas. Sí bien Gonzo...lo no se "infiltra" por así decirlo, sí tiene mucho de lo que se ha expuesto acá sobre lo Gonzo. Si no nos creen, naveguen www.gonzaloarango.com
Agradecimientos: www.periodismogonzo.blogspot.com

Gabriela Wiener

Con las influencias de varias figuras como sus revolucionarios padres, la periodista que botaba sus anotaciones al retrete sin importarle, Lois Lane; Truman Capote y Hunter Thompson, la periodista peruana habla de su experiencia Gonzo, de su experiencia en el periodismo, como ella lo llama, "de inmersión".

-Crónica para la para la revista "Etiqueta negra", se infiltró en una cárcel de reos comunes de máxima peligrosidad en Lima, la prisión del Urigancho, haciéndose pasar por la novia de uno de los reos para hablar de sus tatuajes, en vez de escribir por la causa social del preso dejó que sus cuerpos le hablaran sobre las experiencias del encierro.
-Ayudada por la experiencia de Capote, siguió a su empleada doméstica en un día de trabajo, ella no se fumo un porro con ella, porque no tenía.
-La sexualidad es una de las mejores formas de conocer a una sociedad. Se introdujo en la práctica de los latigazos  fue sometida por una mujer que vivía para someter hombres.
-Prostitución en el Bosque de Boloña, París. Con transexuales.
-Pornografía. Literatura post-.pornográfica.
-Odiada por los Furry.

El siguiente link los llevará a una presentación que hizo de su carrera: http://www.youtube.com/watch?v=Z5bhJRDYcY0
Este, por el contrario, es una video amateur que hizo Gabriela para promocionar "Sexografías": http://www.youtube.com/watch?v=MTts5fehzDc

Agradecimientos: www.periodismogonzo.blogspot.com

Un paseo a la Olla


Los periodistas detrás del blog de Periodismo Gonzo también escriben sus historias teniendo como base este género periodístico. Aquí Un paseo a la Olla, escrito por Guillermo Ospina. 
Agradecimientos: www.periodismogonzo.blogspot.com

Un paseo a la Olla
En una tarde lluviosa, son las 3:30 pm, voy con un compañero y nos disponemos a ir por primera vez a la “L”, considerada como una de las principales “ollas”, expendios de drogas, de Bogotá. Nos encontramos en la estación de la Jiménez de Trasmilenio, salimos por la salida sur de la estación y cruzamos la calle hacia el occidente, posteriormente nos dirigimos en sentido sur de la Caracas hasta la plazoleta de los Mártires que queda al frente de una lujosa construcción con una imponente y bella fachada, es la Dirección de Reclutamiento y Control de Reservas del ejército. Al cruzar la plaza volteamos a mano derecha, por la calle 10 y llegamos a la “L”, que queda ubicado a espaldas del antiguo Batallón Presidencial a menos de una cuadra de distancia.
En la entrada se ubican dos hombres, que miran atentamente a quienes entran al lugar, sus miradas causan temor pero cuando menos lo pensamos ya estamos inmersos en esta mencionada calle y empezamos a percibir distintos puestos instalados en el lugar. En un principio eran caracterizados por la venta de zapatos, bicicletas, gorras y/o elementos que se pueden considerar “comunes” para negociar (artículos robados). Caminamos dos o tres metros más adentro del callejón y vimos que los negocios ya se transformaban totalmente, la forma del lugar se asemejaría totalmente a una plaza de mercado con muchos puestos de comida a sus costados. Aunque la única comida que vimos en estos puestos fue unas pequeñas migajas y baldadas completas de un mazacote con un olor algo molesto, se trataba de dos productos muy conocidos dentro del ambiente que allí se maneja: moronas de ponqué, las cuales son vendidas por la módica suma de 100 pesos, y calentado, el cual corresponde a esa extraño mazacote, el cual se consigue por el mismo valor.
Dentro de la L hay un pequeño y estrecho callejón al cual nos metimos y encontramos de un lado pequeños casinos con maquinas traga monedas, tiendas en donde venden cerveza y tienen rockolas con música a todo volumen, en especial rap y rancheras. Pero afuera se podían ver unos sujetos, “jíbaros”, sentados en una mesa negociando lo que se conoce como la “bicha”, el “carrazo”, o el “pistolo”, que son las distintas presentaciones en las cuales se puede encontrar el bazuco, a su vez conocido como “paco”, la cual además se encuentra entre las drogas más baratas de Bogotá, pues se vende en pequeñas dosis que bien se pueden conseguir en 200 pesos allí. A su vez se encuentran niños que no aparentan tener más de diez o doce años, los cuales consumen droga con tranquilidad y sin supervisión alguna. Se acercan unos indigentes que nos preguntan: “¿que buscan?, ¿qué necesitan?”, este tipo de vendedores se encuentran en todo el lugar en busca de clientes, clientes inexpertos de los cuales puedan aprovecharse.
Al frente de estos negocios está lo que se conoce como “sweets”, espacios donde la gente que ingresa a comprar marihuana puede ingresar para consumirla. Habían “sweets” para todos los gustos, unas con música propia y televisores que presentan los videos, otros con asientos de madera, otros con grandes y al parecer cómodos sillones. Con mi compañero decidimos entrar a uno de estos sitios y comprar un “moño” de marihuana, que equivale a unos cinco gramos aproximadamente. Nos impresionamos al ver esos platones que usualmente se usan para la comida de las mascotas, llenos de marihuana hasta reventar, la cual era casi acariciada o como se conoce “rascada” por señoras ya de edad de gran corpulencia. Una de las que atendía el sitio, ubicada en una silla de oficina de gran tamaño, de esas que tiene cinco ruedas contra el piso, nos dijo “bueno a ver qué es lo que quieren”. Pedimos entonces la porción de marihuana y unos cuantos “cueros”, papel con el que se arma el “porro” o cigarrillo, para fumar allí y no despertar desconfianza en el ambiente, impactados escuchamos “son 2000 pesos” ya que en otros lugares donde se frecuenta la venta de marihuana se consigue entre 4000 y 6000 pesos la misma cantidad. 
Por la lluvia y la hora, en la “sweets” no encontrábamos puesto, con extrañeza y preocupación nos quedamos estáticos después de realizar la compra. La señora que acompañaba a la que nos vendió nos dijo que ya nos abría un espacio.  Se dirige al espacio de atrás en donde se encontraba un hombre profundamente dormido y perdido en un sillón. Le golpea suavemente y en tono un poco fuerte le avisa que se tiene que mover, el hombre no entiende lo que pasa y entre sus pocas capacidades se levanta un poco y se mueve al puesto de alado. La señora nos hace la seña para que nos dirijamos al sillón, mientras tanto las personas presentes en el lugar tienen una mirada atenta a lo que pasa. Es así como los dos nos sentamos en uno de los sillones y nos preparamos a iniciar el ritual que se genera en el lugar.
En el sillón de apariencia realmente paupérrima y con la temperatura y olor del hombre que estaba antes dormido en este, iniciamos a armar el porro de marihuana. Actuábamos como si no ocurriera nada fuera de lo normal, sin embargo la tensión y la inseguridad que sentíamos por dentro era terrible. Entre más y más pasaba el tiempo las manos empezaban a enfriarse, el temblor  invadía nuestro interior, y las ganas de salir cuanto antes no se hacían esperar; Terminamos de armar el porro, nos fumamos los plones y el ambiente a pesar de saber que era tenso, que había de toda clase de gente, y que se veía todo tipo de “parches” dentro del lugar, empezó a tornarse un poco más ameno, seguía la tensión y la desconfianza ante todo, pero el efecto de la marihuana lo acalló un poco.
En el lugar entraban y salían personas constantemente, nos impresiono primero un joven, con maleta y ropa formal. Por su apariencia creemos que es estudiante universitario. Llega solo, compra su dosis de marihuana, entra al recinto, se sienta en el pedazo de madera que esta como asiento, arma un porro y mientras se lo fuma va escondiéndose el resto de la dosis. Termina rápidamente de fumarse su porro y se va del lugar.
Mientras tanto una persona, que al parecer no se encuentra del todo bien por su expresión en el rostro, que se encuentra al frente nuestro nos pide plata para un cuero, nosotros para no darle dinero le regalamos uno de los nuestros. En muestra de agradecimiento nos ofrece de lo que esta fumando o aspirando. Lo que tenia era una especie de porro que metía en una botella de coca cola la cual a su vez estaba llena de algo amarillo y gelatinoso por dentro, creemos que es Crack. Decidimos no aceptar, el hombre le sigue ofreciendo a las personas que están a su alrededor, algunas si le reciben y comparten de lo que fuman.
Se ven personas que llegan a comprar y saludan a los vendedores como amigos y charlan algún rato, pero en general las personas circulan rápidamente y evitan demorarse mucho. Mientras que seguimos fumando con extrañeza y sorpresa vemos que entran dos mujeres y un hombre, este ultimo tenía un bebe en sus brazos. El bebe asoma su cabeza, a su alrededor solo podía ver personas consumiendo drogas y con mal aspecto. Las tres personas suben a un segundo piso, el cual está hecho todo en madera, no se ve muy resistente pero circulan con rapidez y constancia las personas. Sientan al bebe en un sillón mientras un hombre con cadena de plata en el pecho y con mirada perdida le fuma prácticamente en la cara al bebe.
La lluvia sigue cayendo y el lugar empieza a llenarse cada vez más y más. Un hombre que se encuentra al lado nuestro empieza a pedirnos que le regalemos marihuana para que se pueda armar un porro, el señor nos produce bastante desconfianza, le damos un poco de marihuana. Sin embargo su mirada sigue siendo intimidante para nosotros, esperamos un rato y decidimos que es hora de retirarnos.
Intentamos salir rápida y ágilmente, mientras tenemos en nosotros la mirada atenta de todos los presentes. Al devolvernos nos fijamos que habían puestos en los cuales tenían también vasijas llenas de hoja de coca y perico. Y es así como vamos saliendo finalmente de nuestro paseo a la Olla. Mientras salimos del sector, las calles que se encuentra alrededor del la L son de comercio de todo tipo, desde artículos escolares hasta venta de tubos y tejas para la construcción. Transitan familias, señoras de edad, niños solos. Al parecer todos prefieren omitir el lugar y ni reconocerlo. En la avenida Jiménez se ve gran cantidad de policías que haces constantes requisas a jóvenes que transitan, seguramente para encontrar algún comprador de la L. ¿Pero por que la policía no se acerca más a la L?, ¿Por qué se intenta esconder un sector tan peligroso e ilegal? Al perecer simplemente se prefiere omitir a la L y a todo lo que en ella ocurre y existe.

De tijeras y motilados

Los periodistas detrás del blog de Periodismo Gonzo no solo quieren verlo desde afuera, quieren además vivir en carne propia la práctica del género periodístico. A continuación De tijeras y motilados, escrito por Juan Pablo Daza. Texto original disponible en www.reportajegonzo.blogspot.com



Lunes 17 de septiembre – 8:00 a.m.

Beep, beep, beep. La banda caminadora empezó a andar y yo, tomado de la baranda de la misma, empiezo a tomar su ritmo. 15 minutos de ejercicio. Lento, despacio, camino tranquilo. Respiro. Pienso en lo que será mi día. Prendo el radio de mi teléfono móvil. Beep, beep, beep. El ritmo aumenta. Sintonizo Caracol Radio. Noticias. Empiezo a trotar. Pssst. Cambio a “La X, 103.9”. Suena Every teardrop is a waterfall de Coldplay (http://www.youtube.com/watch?v=1Kf_6BWcOOg). Beep, beep, beep. Troto más rápido, al tiempo de la música. Vuelvo a pensar en lo que haré hoy: clase de Producción 1, almuerzo con amigos y mi novia en la terraza del quinto piso, Teorías de la Comunicación…algo me falta…sí, La Peluquería. Toco mi cabeza, me paso la mano por el cabello que ya ha empezado a crecer y se puso crespo. Qué será de mí, estoy seguro que me trasquilarán. Pienso. Respiro. Corro. “So you can hurt, hurt me bad…But still I’ll raise the flag…”.

Lunes 17 de septiembre – 12:30 p.m.

Sentados en la mesa donde almorzábamos, mi amigo Juan Pablo y yo pensamos en que tenemos que ir a La Peluquería para hacer las entrevistas de nuestra investigación de Análisis Cualitativo. Necesitábamos hablar con las peluqueras y hacerles una serie de preguntas sobre el lugar, su estilo diferente y la idea del mismo. Qué mejor que hacer esas entrevistas mientras nos cortaban el pelo para, además, vivir en carne propia lo que es ir a este sitio.
El problema: La Peluquería no tiene espejos y uno no puede ver lo que están haciendo con su cabello mientras dura el corte, sino únicamente hasta el final. La idea es que se llega a un consenso con la peluquera sobre lo que se quiere hacer, pero finalmente la peluquera es la que ve todo el trabajo y sólo muestra la cabeza en un espejo al culminar. Se hacen llamar “Las peluqueras asesinas” y, por las fotos que vi en su página web de flickr (http://www.flickr.com/photos/lapeluqueria/), parece ser real.
“Ay nooo, cómo te van a dejar” dijo mi novia, ella tan acostumbrada a mi estilo más bien clásico y ‘juicioso’, peinado hacia un lado, de vez en cuando hasta ñoño. Yo me reí.
Teníamos que llamar a pedir una cita en “La Pelu” (http://www.lapeluqueriabogota.com/). Marqué el número y me contestó Nana, la programadora de citas. “Nana, mi nombre es Juan Pablo Daza, soy uno de los estudiantes de la U. Rosario que fue a La Peluquería hace más o menos una semana y media. ¿Te acuerdas? Que les comentamos que queríamos conocer un poco más del lugar y queríamos hacer un par de entrevistas mientras nos peluqueaban…”. Hecho, todo listo, cuadramos con ella una cita para las 5:00 p.m. y otra para las 7:00 p.m. Era cierto, lo íbamos a hacer, íbamos a cortarnos el pelo en La Peluquería. Hasta ese momento empecé a ser consciente de lo que estábamos por realizar. Sonreí.

Lunes 17 de septiembre – 4:00 p.m.

Mi amigo Juan Pablo y yo, cogimos nuestras maletas y mi trípode, huimos del salón de clase una hora antes de que esta terminara y salimos de la universidad. Qué había que hacer: uno, subir a la Olímpica y comprar unas pilas ‘triple A’ para la grabadora, teníamos que asegurarnos de que la grabación no se fuera a cortar en la mitad de las entrevistas; y dos, imprimir la hoja de preguntas de nuestra entrevista –importantísimo. Hicimos eso, ambos repasamos cada detalle. Chequeamos nuestros bolsillos, revisamos nuestras maletas. Todo listo.
Me sentía inquieto. Empezamos a caminar por toda la Carrera Séptima y a medida que nos acercábamos a la calle 22, mi sensación de ansiedad y nerviosismo iba aumentando. Nos encontramos a nuestra profesora de A. Cualitativo, “¡Muchachos! Qué, ¿ya se cortaron el pelo?”. Nosotros, con una risa un poco nerviosa, le dijimos que íbamos precisamente para allá.
Era una tarde soleada. Caminar la Séptima peatonal me sirvió un para relajarme y tomar un  respiro. Estaba acercándose mi hora favorita del día: esa en que el sol se está poniendo y hace que todo, absolutamente todo, brille con cierto tono amarillo en la ciudad. Mi amigo prendió un cigarro, lo notaba entre emocionado y ansioso. Entramos a una tienda, compramos unos chicles y nos dispusimos a entrar a La Peluquería.

Lunes 17 de septiembre – 5:00 p.m.

Ingresamos a ese restaurante –en la calle 22 con carrera 8ª de Bogotá- que está albergando temporalmente a La Pelu, con su decoración entre colonial y muy posmoderna, colmado de pequeñas manifestaciones artísticas, desde dibujos, estampillas y postales, hasta pinturas. Se llama “A Seis Manos”. Seguimos por un corredor y volteamos a la izquierda, guiándonos por los símbolos que indicaban la zona de peluquería, y nos encontramos con una especie de patio donde la gente se sienta a charlar y a tomar un café. Vimos una pared que tiene un collage de muchas fotografías, organizadas como en marcos de ventanas. Me detuve un momento y las observé, me gustaron mucho.
Subimos al altillo en el que está La Peluquería, un espacio de tamaño mediano-pequeño, y saludamos a Nana. Hablamos nuevamente con ella y nos dijo que debíamos llamar a la directora del lugar para pedirle permiso para hacer lo que queríamos. Bajamos nuevamente a aquel patio e hicimos la llamada. Juan Pablo prendió un cigarrillo. Yo hablé por celular varios minutos con la directora. Juan Pablo me decía cosas para mencionarle. Conseguimos el permiso, no hay ningún problema.
Apenas íbamos a volver arriba, un hombre alto y moreno venía bajando por las escaleras del altillo, lo acababan de peluquear y le habían rapado ambos lados de su cabeza y también la parte de atrás. Le dejaron pelo en la sección superior y se veía feliz con su corte. “¿Vamos a quedar así?” le comenté en voz baja a Juan Pablo. Nos reímos.
Volvimos a entrar, todo estaba listo. “¿Cuál de los dos se va a cortar el pelo primero?”, preguntó Nana. “No sé, ¿yo?”, afirmé y miré a mi amigo. Antes de ir habíamos acordado que él se peluquearía primero… al parecer, según su mirada, la decisión había cambiado y yo sería la primera ‘víctima’. Me quité la chaqueta, saqué la cámara, pusimos el trípode, acomodamos todo y resulté sentado después de haber respondido un cuestionario que hace las veces de “hoja de vida del cabello”.
Mi peluquera iba a ser ‘Lizzred’. “¿Estás listo para un cambio radical?”, me preguntó. Yo, casi temblando, le dije que sí, que hiciera lo que quisiera con mi pelo, pero que solamente no me lo pintara. Ella no  objetó de ninguna forma y se dispuso a ponerme la bata de cuadritos para cubrir la ropa de la caída del cabello.
La conversación empezó, la cámara ya estaba grabando, la grabadora de voz también y sentí cómo la máquina de cortar el pelo pasaba por mi cabeza. Escuchaba de vez en cuando cómo las tijeras motilaban mi cabello. Shick, shick, shick. Sudaba frío. No podía imaginarme lo que ella estaba haciendo con mi pelo, pero tampoco lograba concentrarme bien en la entrevista, como debía ser.
Todo fue fluyendo y en un momento el diálogo se volvió tan ameno entre los tres que simplemente se me olvidó el cabello.
- “Sobre el lugar, ¿cómo nació la idea? ¿De quién fue la idea?”, preguntó Juan Pablo.
- “La idea es de dos chicas a las que les gustaba cortar pelo, eran amigas y empezaron solas y…nada, el proyecto fue creciendo y creo que también se fue llenando de más cosas, no solamente La Peluquería, y ya, fuimos llegando nosotras”, aseguró Liz.
Luego, Juan Pablo siguió:
- “¿Piensas que La Peluquería tiene un mensaje de belleza diferente del de las otras peluquerías?”
- “Pues no sé si a las demás peluquerías. Yo creo también que cada peluquero tiene su versión de los hechos, pero sí estoy segura de que por lo menos sí es diferente  a la estética que ofrecen los medios de comunicación, que es, pues,  Photoshop (risas). Por eso es tan complicado que el referente sean las revistas y las muchachas que salen en TV, porque también hay un montón de tratamientos de la imagen que nosotros simplemente no podemos hacer porque sencillamente no es real. Entonces, pues sí, ya desde ahí la propuesta sí es otra. Y pues esto también basándonos en que no tenemos ni idea de los cortes que se supone que son predeterminados para la gente, ¿no?”
Después, yo pregunté:
- “¿Te sientes con algún poder al no tener espejos? ¿Cómo lo manejas?”
- “Sí, Uno se siente…bien, muy bien, es muy chévere, (risas). Es igual una responsabilidad, pero es tanto responsabilidad como poder. Sí, tener la cabeza de alguien en las manos es  en la literalidad y en lo metafórico (…).Igual también creo que el estar ahí sentado, genera un montón de humildad en el otro, entonces eso hace que el trato sea mucho más ameno también, porque  sí es como ‘bueno, tenemos que ser amigos por una hora por lo menos’, (risas); dijo la peluquera.
- “O sea que mi vida está en tus manos por una hora…” dije yo.
- “Sí, igual bueno, puede que por un mes, (risas). ¿No? Hay gente a la que la pueden echar…o no sé”, afirmó Liz.
- Juan Pablo dijo: “Me imagino que todas las reacciones después del corte son muy distintas. ¿Cuál es la diferencia, a grandes rasgos, en la persona que se corta el cabello por primera vez y la que ya tiene una asistencia previa y se lo ha cortado varias veces? ¿Tú crees que la reacción es muy distinta?”
- “Claro que sí. Pues yo creo que igual siempre hay un pequeño sustico y una ansiedad mientras tú estás ahí sentado…” manifestó Liz.
- “Uy sí, (risas).”, la interrumpí.
- “(Risas) Viene temblando como desde hace una hora, desde la 19”, dijo Juan Pablo.
- “Es más fácil que se lo preguntes a él que a mí, (risas)”, expresó la peluquera.
- Retomando, dije: “pero, ¿qué decías? Que siempre hay un sustico…”
- “Pero…pero digamos que sí, es confianza ¿no? Pues confías más a medida que va pasando cada corte. Entonces sí, hay personas que en su primera vez están más asustadas que otras, pero, como te decía, simplemente hay gente a la que no le da miedo cambiar y punto”, reiteró Liz.
Confiar. Sí. Confiar. Gente que no le tiene miedo a cambiar. ¿Qué tanto tendré yo de uno de esos? Creo que no mucho. De vez en cuando volvía a pensar en cómo debía estar quedando y me pasaba de todo por dentro. Seguimos charlando.

Lunes 17 de septiembre – 6:30 p.m.
“Listo, ya puedes ir a mirarte al espejo”, me dijo Liz, tras haberme lavado y secado el cabello. Ya había culminado el corte. Ese espacio de tiempo fue eterno. Duré unos dos minutos más sentado en la silla, mientras ellos seguían conversando. No quería mirarme al espejo. Tenía miedo, nervios y un poco de curiosidad por el resultado, sólo un poco. Me levanté y me dirigí hacia el espejo, tenía un sentimiento extraño.
Vi mi rostro, miré el lado izquierdo de mi cabeza. Bien, todo normal, me gusta mucho. Volteé a descubrir el lado derecho, en el que había sentido más la máquina. Abrí los ojos, me toqué la cabeza, asombrado. Qué es esto. ¿Soy yo el que está ahí al frente?.
Liz acercó otro espejo para ver la parte de atrás. Eso que parecían conchitas de pelo en mi cabeza iba hasta abajo. No me lo creía. No me gustó. “¿Qué tal?”, preguntó Liz. “Me gusta mucho el lado izquierdo, el lado derecho no me gustó tanto”, le dije. No hubo ninguna reacción mala por parte de ella. Ahora había que pasar a hacer la entrevista de la otra peluquera, la que cortaría el pelo de Juan Pablo.
¿Qué pensarán todos?, me reía solo. No importaba cómo había quedado, luego pensaría en eso.

Lunes 17 de septiembre – 8:00 p.m.
Después de otro buen rato de entrevista, una conversación muy amena y ya habiendo cortado el cabello de Juan Pablo, nos dispusimos a salir. A la larga, estábamos felices. Mi amigo les preguntó a las peluqueras si de vez en cuando no se tomaban un traguito en el trabajo. Ellas respondieron que claro, que cómo no. Así que él salió y volvió a los 5 minutos con una botella de aguardiente. Nos ofreció a todos los que estábamos ahí. Yo no tomé, tenía mucha hambre y nada de ganas de trago, además que no suelo hacerlo. Las peluqueras se pusieron muy contentas y Juan Pablo les dejó la botella junto a la caja registradora. Pagamos, claramente.
Salimos de La Peluquería y sentí mucho frío en mi cabeza. Siempre pasa que después de tener mucho cabello en la cabeza, el salir al aire libre es duro. Cada uno tomó su rumbo. Yo cogí Transmilenio hacia mi casa y, ya estando dentro del bus, me encontraba con miradas aleatorias de personas desconocidas. Estas observaban con asombro y cierto detenimiento mi cabeza. Me pregunto qué pensarían. Volteaba a mirar hacia otro lado del bus y, cuando de nuevo me fijaba en la parte hacia la que veía antes, descubría uno o dos curiosos que me observaban.
Qué extraño es. Antes pasaba desapercibido como cualquier persona y ahora ver esto. Me causó gracia.

Martes 18 de septiembre – 7:00 a.m.
Me levanté para ir a clase en la universidad y, aún con sueño, entré al baño a ducharme. Me sorprendí. En medio de mi sueño no recordaba cómo había cortado mi pelo. Me reí. Palpé con ambas manos mi cabeza. No lo podía creer. Así como mis papás y mis hermanos no podían creer la noche anterior, apenas entre a la casa, que me había hecho semejante corte. Se rieron asombrados, pero les pareció algo chévere y curioso. Punto a favor.
Pensaba en cómo sería todo al llegar a la universidad.

Martes 18 de septiembre – 9:00 a.m.
El trayecto en el Transmilenio hasta la universidad, igual al de la noche anterior, miradas y más miradas encontradas. Mis amigos, pasmados. Me tocaban la cabeza y duraron varios minutos en convencerse que ese era yo. Mi novia, más que atónita. Le entró una risita nerviosa apenas me vio y no hacía más que mirar mi cabeza y decir que era muy extraño verme con ese corte. Dijo que me veía ‘churro’. Para mí, eso fue suficiente.
Y sí, sigo siendo yo.

Orígenes del Periodismo Gonzo


El periodismo Gonzo fue creado originalmente por Hunter Stockton Thompson, un periodista y escritor estadounidense, su modelo de periodismo plantea eliminar la división entre sujeto y objeto, ficción y no-ficción, y objetividad y subjetividad.  Su primer trabajo lo realizó en el año 1970, cuando Thompson escribe un artículo llamado El Derby de Kentucky es decadente y depravado para una pequeña revista deportiva llamada Scanlan`s Monthly. El artículo es el primero en el que Thompson utiliza las técnicas de lo que posteriormente sería el periodismo gonzo, un estilo que ocuparía durante la mayor parte del resto de su carrera literaria. La descripción maniática y subjetiva en primera persona fue supuestamente el resultado de la desesperación de Thompson. Thompson estaba resignado, seguro de ser despedido al culminar y mostrar su trabajo en la redacción de la revista, sin embargo su editor lo llamó para felicitarlo por el `excelente` artículo que había escrito.

Hunter Stockton Thompson fue un personaje polémico, desde todo punto de vista. Para él, el periodismo tradicional era una camisa de fuerza para las ideas y para reflejar la realidad que vivía Estados Unidos en aquel entonces. Algunas de sus más controvertidas afirmaciones así lo demuestran.

«Me gusta meterme de lleno en el ajo de lo que estoy escribiendo. Estar implicado personalmente tanto como sea posible».

"El periodismo objetivo es una de las razones por las que se ha dejado que la política de EEUU se haya hecho tan corrupta”, quien por aquel entonces mostraba fuerte repulsión hacia Richard Nixon, presidente involucrado en el Watergate.

"He sido un delincuente juvenil, el típico que calzaba wambas blancas, camiseta de la Universidad de Oxford y tejanos. Me dedicaba a robar pequeñas cosas, sobre todo licor, que era por lo que nos pagaban más".

"Sé más de las cárceles que la mayoría de los convictos del país. De los 15 a los 18 años mi vida transcurrió repartida entre las rejas y las calles. Fue precisamente en prisión donde me inicié con la heroína".

Lamentablemente, su vida culmina de forma fatal, se suicida en la cocina de su casa dejando previas y claras instrucciones sobre qué hacer con sus restos y sus trabajos inéditos el 20 de febrero del año 2.005.
Contexto histórico

ü  El sentimiento de la postguerra, la amenaza por un conflicto nuclear, la cacería de brujas y la Guerra Fría.

ü  La oposición ante la intervención norteamericana en Vietnam.

ü  En estos años se consolida el movimiento feminista, surge el abierto cuestionamiento al sistema patriarcal.

ü  Coinciden en esta época estos actores sociales: los hippies, las panteras negras, los anarquistas y los dirigentes estudiantiles.

ü  Surge el “Nuevo Periodismo”, donde el periodista se convierte en un narrador omnisciente, realizan un discurso narrativo no ficcional que estructura  su relato. Se ponen en discusión los términos de “verdad”, “ficción”, “literatura” y “periodismo”. Esto se encarna en las obras de Truman Capote, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Rodolfo Walsh.


El gonzo como género periodístico

El término gonzo solo puede remitir a su creador, Hunter S. Thompson. El apelativo no es totalmente claro, quienes han profundizado en el trabajo del autor, señalan que “gonzo” puede ser una derivación del término franco-canadiense gonzeaux, o también de palabras en italiano o español.81 Según un artículo de la revista Rolling Stone, “gonzo” tiene varios referentes, entre estos, el título de un tema de 1960 del pianista James Booker, y quiere decir: “tocar sin reglas y sin rumbo”; además, en la jerga del jazz, el término significa “el que nunca se mama” o “sendero brillante” en francés callejero.82 Sin embargo, lo importante es que “gonzo” se quedó para siempre; así como los adjetivos “miedo y asco” (fear and loathing en inglés), y en el mundo del periodismo, el gonzo es una parte de su historia.

Luego de establecer la estructura narrativa de los textos de Hunter S. Thompson y el contexto social y cultural en el cual aparecen sus obras, es necesario relacionar todo este análisis con lo desarrollado en el primer capítulo acerca de los géneros periodísticos, y así extraer otras características acerca del periodismo gonzo; por lo cual es importante vincular estos textos con cada uno de los géneros mencionados al inicio, para conocer cómo se diferencian y se asemejan. Si partimos de lo que es un reportaje, y en general los géneros de información, cuya característica esencial es informar, podemos detectar la primera distinción: ¿el periodismo gonzo informa o cuenta? Quizá en otro contexto, estos dos verbos podrían ser sinónimos, sin embargo, para lograr obtener las diferencias que tiene el gonzo respecto al periodismo formal, como el reportaje, es importante hacer esta separación.

“Informar” quiere decir enterar o dar noticia de algo; si hablamos de “noticia”, por ende tiene el sentido de actualidad. Al contrario, el verbo “contar” significa referir un suceso, este puede ser o no una noticia; el contar es dar a conocer algo, es decir, introducir algún tipo de situación, algo más complejo que solo detallar una noticia, tiene que ver más con el ejercicio literario. Los textos de Hunter S. Thompson no van a informar una noticia, sino a contar un acontecimiento (la experiencia del autor), de ahí la importancia que tienen todos los elementos narrativos: espacio, tiempo, personajes.

Por el hecho de que en el periodismo gonzo se va a contar, es necesaria una estructura narrativa, que por el estilo mismo del autor va a tener características particulares, como las mencionadas en el segundo capítulo en cuanto a narrador, protagonista y otros. Por otra parte, respecto al reportaje y a los textos periodísticos en general, autores como Martín Vivaldi mencionan que los trabajos deben cumplir ciertas cualidades: claridad de ideas, precisión en cuanto al lenguaje, brevedad y sencillez; los textos gonzo no poseen esas características.

Se mencionó que el ejercicio de Hunter S. Thompson era escribir y escribir hasta darle sentido, por eso no se preocupaba de las convenciones en cuanto a orden de ideas o de elementos para encasillar su trabajo en un género, era una práctica más de libertad que lo hacía también como una manifestación en contra de las normas establecidas de la época, él lo pudo plasmar a nivel del periodismo. No quiere decir que al no cumplir con estas cualidades de precisión respecto al lenguaje o claridad en las idea los textos de periodismo gonzo estén mal elaborados; al contrario, el estilo del autor no admite estas formas establecidas, pero él postula unas nuevas y propias para su obra.

Sin embargo, del reportaje Thompson sí extrajo algunas características para sus textos, especialmente en cuanto a las entrevistas. La entrevista es una forma de reportaje que, según como sea elaborada, puede llegar al descubrimiento de un personaje, y al estar trabajando de esa manera se pueden detallar aspectos de la psicología del entrevistado. Thompson empleó esta forma de reportaje en distintas ocasiones, como parte de alguna de sus coberturas y también como entrevista en sí a distintos personajes, entre ellos Nixon, Muhammad Ali, McGovern, entre otros.

El uso de la entrevista fue fundamental en su libro Los Ángeles del Infierno: una extraña y terrible saga, donde necesitó una forma de acercamiento más complejo, involucrarse con el grupo que quería describir para dar detalle de sus formas de convivencia. Durante este texto no aparece el formato de la entrevista de preguntarespuesta, como en el artículo de Ali; lo que hace Thompson es unir todas las entrevistas, observaciones y experiencias que hizo durante el año y medio que convivió con los Ángeles del Infierno e interpretar todo en un relato. No obstante, este ejercicio no se evidencia ni en Miedo y Asco en Las Vegas ni en El Derby de Kentucky porque la forma narrativa y el tema es distinto a lo que fue la saga de los motociclistas.

El reportaje es más que una noticia, implica también trabajo de investigación ya que busca profundizar en algún personaje o hecho a partir de cierta perspectiva. La
diferencia es la forma de acercamiento investigación, en el reportaje se puede utilizar documentación, entrevistas, observación, entre otras técnicas; además, se emplea algún método para poder llegar a comprobar un hipótesis previa al desarrollo del reportaje.

Otras Publicaciones de HST

      Miedo y Asco en Las Vegas.
      Miedo y Asco en la campaña presidencial (1972).
      Último tango en las Vegas, entrevista a Muhammad Alí, En 1978 antes de que éste se obtuviera un tercer cetro de campeón, considerado el primero en ostentar en tres ocasiones un título mundial en boxeo.

Reacciones

“Thompson había dado no solo con un estilo, sino con un punto de vista. Él era la historia detrás de la historia: documentaba sus propias reacciones, su estado de ánimo, se desviaba en digresiones hasta que aterrizaba en imprevisibles raptos de revelación. Pero también, en otro nivel, estaba fuera de las escenas sobre las que escribía. O sea, era un marginal que hacía crónica de un sistema de valores aceptados que no tenían ningún valor en realidad”.

Mikai Gilmore, “El último marginal”, Rolling Stone, Abril 2005